30 abr 2012

Resignación.???

¿Cuándo cambiamos el "no hay derecho" por el "qué le vamos a hacer"?



Recuerdo con nostalgia aquellas tranquilas noches de verano del 93 devorando los episodios de Star Trek: La nueva generación. Era más joven, acababa de aprobar mis primeras oposiciones y esperaba con ilusión el futuro. Todo era posible. En esta magnífica serie de ciencia ficción, repleta de episodios memorables, se abunda a menudo en el concepto filosófico de que el progreso de la humanidad es algo inevitable, continuo y lineal. Que la razón y el bien triunfan siempre. Que el progreso tecnológico y cultural está indefectiblemente vinculado a la erradicación final de todos los conflictos y desigualdades.

Gene Roddenberry creó esta serie en un momento singular de nuestra historia, los convulsos años 60 del siglo XX. Y aunque no pretendo en absoluto considerar ese periodo de la historia fuera una época feliz, lo cierto es que en esa década se alumbró la optimista creencia de que el futuro es una línea ininterrumpida de avance hacia la luz;  que todas las dificultades pueden ser superadas; que la razón y la verdad triunfan sobre los viejos preceptos y prejuicios del mundo anterior a las grandes guerras, sobretodo gracias al empuje voluntarioso de un colectivo creciente de ciudadanos libres y conscientes, dispuestos a transformar el mundo en el que viven.

Recuerdo todo esto, casi veinte años después y no puedo sino comparar con los tiempos que corren hoy en día, en medio de la quizás sea la peor crisis económica y moral de la historia reciente. Así hemos asistido al inexorable triunfo de un modo de pensar, gobernar y hacer negocios en exclusivo beneficio de una casta de unos pocos y cada vez más codiciosos privilegiados. Para ello, éstos han seducido, comprado, convertido y confundido las voluntades de muchos, han manipulado y subvertido nobles principios e ideales elevados. Han especulado con los recursos, las vidas y el destino de millones de seres con el objetivo de asegurar la obtusa preeminencia de sus intereses, arrastrándonos a todos hacia un espejismo insostenible. Y cuando el castillo de naipes se ha venido abajo con estrépito, han sabido mantener el control con astucia, encontrado la manera de sobrevivir por encima de toda la ruina y desolación causada, asegurándose su futuro a costa de empeñar el de los demás. Los lobos de antaño visten ahora batas de médico y recetan sangrías al manso y temeroso rebaño en el que parece haberse convertido nuestra sociedad.

Muchas veces me pregunto: ¿en qué momento de nuestra historia reciente dejamos de gritar "no hay derecho" y empezamos a conceder "qué le vamos a hacer"?

 De este modo, hoy en 2012, y habiendo conocido el máximo desarrollo tecnológico de nuestra existencia, dotados de omnipresentes y maravillosas herramientas de comunicación y con plena acceso a información ilimitada, no somos una sociedad más perfecta,  no somos más pacíficos, no nos gobernamos mejor, no hemos acabado con las desigualdades, no hay menos injusticia. Y hemos aprendido a conformarnos, a mirar para otro lado y queremos creer que nada de esto va con nosotros. Mientras tanto, la hierba desaparece bajo nuestros pies. Nos quejamos cuando falla la conexión 3G, pero ya no sabemos indignarnos cuando estamos a trance de volver a trabajar en las mismas condiciones legales de hace 200 años. Seguro que en la idea de progreso de Gene Roddenberry no se contemplaba que algo así pudiera suceder jamás en una sociedad avanzada cultural y tecnológicamente...

Respecto a esto último, he leído y oído decir mucho últimamente frases del estilo de "A mi no me va a pasar" o "¿Huelga? Ganas no me faltan pero..." Pues no, opino yo: si que te faltan. Y luego te faltará todo lo demás. Porque por desgracia Gene Roddenberry se equivocaba. A partir de cierto punto el camino de la humanidad no es ya aquella línea recta hacia la luz del progreso. No hay ninguna garantía de que el desarrollo tecnológico y cultural ayude a traer el bien y la justicia universales. En realidad todo sigue y seguirá dependiendo de lo mismo de siempre: la compleja, voluble y contradictoria esencia de la naturaleza humana.


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