Un claro en el bosque
En el pequeño mundo del que os hablaré, no existen ni teteras ni
pastitas ni un escueto desfile de tapas, tampoco libros pues las
historias se crean a medida que los actores hacen su entrada. En este
lugar, en donde miles de personas se dejan caer para gozar de lo que, de
puertas para afuera, se les niega, risas y amistad brindan juntas.
Mires dónde mires, hasta el más alejado rincón que tus ojos puedan
alcanzar, existe lo que solemos denominar 'paraíso'.
Partiendo de una gran plaza y enfilando un estrecho callejón, andamio a
la izquierda y tosca pared a la derecha, lo encontramos. Nada más
entrar, la madera que lo cubre por completo, ya sea la barra o las
paredes, te acogen cálidamente y te hacen sonreír. Una ley no escrita
dice ‘prohibido entrar con tristeza, déjala en la puerta y haz sitio a
la felicidad’ y lo mejor de todo esto… que al salir, no vuelves a
recogerla.
Las horas transcurren y la música de fondo, entremezclada con cientos de
conversaciones perfectamente acompasadas, inunda todo tu ser para
poseerte. Puedes hablar con quien te apetezca, compartir una cerveza,
previo brindis de rigor, y sentirte integrado en un mundo especial. Si
observas, reconocerás la historia en el ambiente… Babel, pensarás… pero
con un final totalmente diferente, pues noche tras noche, a pesar de que
la historia se repita y que muchos de sus personajes también lo hagan,
cada vivencia, cada risa, cada sentimiento, es diferente.

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